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6 de mayo de 2020

El obispo pampeano, Raúl Martin, pidió auxilio a los fieles: «en estos meses la ayuda económica no alcanzó para sostener la obra, ni el sustento del sacerdote»

En una carta dirigida a las comunidades pampeanas y volcada en el Facebook de la diócesis de La Pampa el obispo desnuda la realidad económica de la iglesia pampeana y sus necesidades.

La carta:

Este tiempo que nos toca vivir, está marcado por diversas realidades que tienen mucho del dolor de nuestro Pueblo. Y son tiempos difíciles que nunca parecen concluir, y no sólo tiempos de pandemia. Tiempos que cada tanto se suben a ciertas esperanzas que poco se concretan.

Escuchamos y somos testigos a diario de tantos dolores, que llevan el rostro de la falta de trabajo, de falta de oportunidades de salud o de estudio, de carencia de un techo o del alimento necesario para cada día y tantas cosas más. Y hasta pareciera que nos vamos acostumbrando a tanto dolor, o a la imposibilidad de solucionar lo que nunca está a nuestro alcance, que casi, nos vamos haciendo indiferentes o indolentes.

Comprendemos, nos conmovemos, rezamos, y tratamos de estar cerca de todos, pero especialmente de los que más lo necesitan, los más pobres, porque de esto se trata el Evangelio y nuestras responsabilidades como Comunidades católicas.

Y sabemos también que la mayor de las pobrezas, es no conocer a Jesús. Para eso está la Iglesia que todos formamos desde el bautismo, para anunciarlo y hacernos cargo de lo que nos toca. Por esto vale la pena gastar la vida.

Reconociendo y haciéndonos cargo de todo lo que podemos, quiero hoy detenerme y detenerlos frente a una realidad que siempre nos cuesta expresar, por pudor o falta de humildad, o sabe Dios por qué, la realidad de las mismas Comunidades, el sostenimiento de nuestra Iglesia, de nuestros curas, de nuestros templos, y tanto más.

Muchas veces se escuchan voces que hablan del “oro del Vaticano”, o de que “el estado les paga un sueldo a los curas”, o “que la Iglesia tiene mucha plata”, o “que tiene que vender el patrimonio de la humanidad para dárselo a los pobres”. Voces que hablan sin conocer profundamente, o algunas voces que hablan de nuestra falta de testimonio de lo cual tantas veces debemos pedir perdón con razón, o de nuestra incapacidad para poder gestionar lo que es de todos. Y esto, también es verdad.

Nos falta saber comunicar, catequizar, informar o compartir mejor acerca de nuestra realidad, que es también realidad de todos. Nunca parece el tiempo oportuno para hablar de nosotros, nunca parece prudente hacerlo porque hay siempre sufrimientos y carencias mayores.

Descansamos a veces en aquello “que alguien se hará cargo”, o como decimos, “lo que es de todos, no es de nadie”.

En nuestra Diócesis, la Iglesia, como a veces miramos a las Comunidades y a sus curas, es austera. Es verdad que en general, no faltan cosas esenciales, pero también que nada sobra, como para crecer en ayuda de otros que más necesitan de diversa manera.

El Obispado, atiende con pobres medios, muchas de estas necesidades y sale en auxilio de sacerdotes y Comunidades. Nos cuesta hacer visibles también las necesidades del Obispado, que es el centro de las Comunidades, desde donde atendemos a toda la Diócesis, el Seminario, la secretaría, la administración, la casa de retiros de Nazaret en su encargado o la cocinera, los servicios, seguros, el mantenimiento de los edificios, y la asistencia a “lo que es de todos”.

En estos meses, la ayuda económica de los fieles, resultante de la colaboración por colectas o de donaciones para el sostenimiento de la Iglesia, se ha visto marcadamente reducida en las mismas Capillas y Parroquias, no alcanzando a la atención de la obra social (mutual del clero, solidaria de todos), o al sustento necesario del sacerdote. No tenemos otros trabajos ni entradas para el sustento. Nuestra vida está destinada al servicio de ustedes, los fieles y las Comunidades son responsabilidades de todos.

Quisiera por esta carta con sencillez, alumbrar nuestras conciencias, acercar una mirada, despertar una inquietud y pedirles nos ayuden. Sabemos de sus dificultades, compartimos las nuestras. La ayuda de todos, por pequeña que sea, siempre será una muy buena ayuda, y cada uno “sabrá cómo darnos entre todos una mano”.

Les escribo, con un corazón agradecido por tantos, que siempre nos ayudan, con tiempos, talentos, dinero, consejos y fraterna cercanía, pero con la convicción como Obispo de la Diócesis, que me toca a mí, animarlos a todos, a colaborar en lo que es nuestro.

Que el Buen Dios, que en Jesús nos dijo que todo lo que hagamos en su nombre será tenido en cuenta en el cielo, los bendiga y acompañe de la mano de nuestra Madre, Señora de La Pampa.

+ Raúl Martín
Obispo de Santa Rosa

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