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9 de junio de 2021

Maternar a los 76

Dora Correa tiene 76 años y desde hace un par de días es formalmente la mamá de Matías. Su historia hace tambalear el mandato de un maternaje joven, desafía las franjas etarias y muestra una vez más el escaso acompañamiento institucional en las crianzas.

Este lunes le llegó un papel, una sentencia judicial que dice que la adopción plena, la que pidió hace casi dos años, salió a su favor. Hoy, esa sentencia, consagra la identidad de un vínculo que comenzó hace 12 años.

Matías tenía 3 meses cuando Dora le propuso a la mamá progenitora ayudarla en su crianza. El bebé atravesaba por un estado de salud grave debido a la falta de alimentos y condiciones básicas de vida. La joven aceptó que Dora, una vecina circunstancial, fuera la madrina.

A los pocos días, el bebé comenzó a dormir en la casa de Dora. De a poco su documentación, vacunas, controles y demandas fueron parte de la rutina de esa adulta mayor que, entonces, ya tenía 64 años, dos hijos cuarentones, una pensión y un puchito de trabajos precarizados.

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“Al principio fue difícil, yo tenía miedo de encariñarme y tenía miedo por su vida. Él estaba muy flaquito. ¿Sabés cómo pasaba las noches yo? El doctor me había dicho que sí o sí le diera la mamadera cada tres horas, yo lo llevaba a control cada dos días y me ponía tan contenta de ver cómo aumentaba unos pocos gramos”.

Dora destaca que fue su nieta, una adolescente que aún vivía con ella, quien advirtió sobre la extrema flacura del bebé y la necesidad de intervenir. Cuenta que a veces no tenía leche y que en la posta tampoco no había. Sin embargo, valora a una médica solidaria de la que no recuerda el nombre. Ella no dejaba que le falte.  

Matías fue creciendo y Dora también. Lo acompañó en todas sus trayectorias escolares, jardín, primaria y ahora el inicio de la Secundaria en plena pandemia y virtualidad. En la casa hay un teléfono celular que comparten. Pero como es viejo, las tareas, los cientos de PDF que llegan con las tareas no entran y menos se descargan. Es por esto que Dora habló con la escuela que, ahora, le manda con un cadete todo el material.

“Las maestras siempre me decían que hiciera los papeles, que por ahí la madre se arrepentía y me lo iba a sacar y yo me ponía mal. Iba a un lado, a otro, pero era difícil dar con ella y yo no entendía bien qué tenía que hacer. Un día el nene me hablo como si fuera un hombre grande: no te preocupes, mamá. No hagas caso, yo no me voy a ir con nadie”.

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Dora pudo hacer la primaria en Victorica, el pueblo que dejó atrás cuanto tenía unos 30 años para venirse a Santa Rosa donde vivían sus hijos. Hoy su deseo es que Matías pueda seguir con la computación, que acceda a la Asignación Universal por Hijo para que se compre sus zapatillas, su ropa para la escuela y que pueda comer lo que le gusta.

 “Eso es lo que le encanta a él, la computación. Ahora no tenemos computadora, porque en la última inundación se mojó toda”. Dora y Matías son víctimas de todas las inundaciones que sufre la barriada de Almafuerte.

“Matías es mi compañero, me cuida y yo lo cuido a él. No nos separamos, pero yo lo dejo que ande con sus amigos, que salga, que se junte con sus hermanos. Ahora está jugando a la Play con el vecino de la otra cuadra, estaba contento de que me hicieran esta nota”.  

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La joven que dio a luz al niño había tenido una vida atravesada por la violencia, por eso Dora aclara que siempre le explicó que él no había sido regalado. “Simplemente no podía cuidarlo como merecía, su historia es muy triste”.

“Vos no tenés que guardarle rencor, ella era una piba buenísima”, le aconseja Dora a su hijo cada vez que conversan sobre el tema. En ese vínculo el diálogo es permanente, no hay secretos.

La joven, que perdió la vida hace algunos años, quiso firmarle “los papeles” unos días antes de morir. No alcanzaron a hacerlo. 

A mediados del 2019, a pedido de Matías, Dora se presentó a una defensoría pública para iniciar la adopción. Él quería ser Correa, todas las mañanas se levantaba preguntando “¿cuándo va a llegar ese papel?”.

El lunes pasado el papel llegó. Dora lo recibió, mandó un mensajito para confirmar si era verdad lo que decía. Se tomó una pastilla para la presión, lloró un poco y fue a la pieza de su hijo para contarle que hoy sí había llegado el papel.

 

Por Cintia Alcaraz / Fotografía: Dagna Faidutti.  Radio Kermes

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